Cuando se construyó el Santuario de Tosho-gu en el Periodo de Edo, los escultores que vinieron de todas partes del país comenzaron a establecerse en la zona. Su destreza puede percibirse todavía en las sandalias de madera geta y en las tallas nikkobori que han pervivido hasta la actualidad. Parece que estos artesanos también tenían un vivo interés por la comida. Trajeron consigo, procedente de diversos lugares de Japón, una rica gastronomía que incluía sake, soba (fideos de alforfón) y yuba (nata de soja), y sus auténticos sabores se han mantenido inalterados a lo largo de las generaciones. La naturaleza y el tiempo han refinado la cultura de Nikko con el paso de los años.

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